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A mi padre

Y aquí, disfrutando cada día del atardecer, es cuando me encuentro de nuevo. En este momento empiezo a sentir la diferencia entre estar en contacto con la naturaleza y formar parte de ella. Si te pones de pie en la popa de un speed boat puedes sentir el viento en la cara y las olas saladas despertándote con suaves bofetadas. Si te agarras fuerte y cierras los ojos, puedes sentir las olas y la fuerza del mar. Si consigues disfrutar del trayecto a pesar del ajetreo, has encontrado la paz. Nunca presumiendo de algo que siempre me ha costado mucho, puedo decir que estoy consiguiendo asentar mis pensamientos, tal vez situar mi mente, calmarla y hacerla funcionar correctamente.

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Ahora miro hacia atrás, no unos meses, más bien unos cuantos años, cuando era niña. Y lo que más recuerdo es todo lo que mi padre, sin hacer mucho ruido, me dio. Me enseñó a ser fuerte e independiente. Trabajó duro y nunca desistió, a pesar de que me pusiera a llorar en medio de una tormenta en la montaña o tras tener las dos rodillas llenas de sangre. Él siempre me cogió fuerte de la mano y tiró de ella hasta que me levantara de nuevo. No sé si él es consciente de todo lo que he aprendido y sigo aprendiendo de él, ni siquiera yo era consciente hasta hace poco. Hay una frase que siempre recuerdo e intento poner en práctica:

“Hagas lo que hagas, como si te dedicas a recoger basura, siempre tienes que dar lo mejor de ti.”

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Cuando hago snorkel me acuerdo de los momentos que pasamos en el mar, cuando nos subíamos a una roca y me invitaba a ser valiente para saltar al agua. Cuando me hago alguna herida me acuerdo de cuando me escupía, cosa que me daba un poco de asco debo reconocer, y me decía:

“Esto no es nada, con saliva se cura.”

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Y es que él nunca me creyó capaz de menos por el hecho de ser una chica, no dudó ni un segundo de la capacidad que pudiera tener para hacer cualquier cosa. Es la persona en la que más confío en el mundo, en otra vida debió ser un gran guerrero para disponer de toda esa fuerza. Una fuerza que le permite levantar hasta la roca más grande del camino para poder pasar.

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Y es que gracias a mis padres he podido llegar donde he llegado, no a tener un trabajo en una multinacional, coche y un piso en Barcelona; sino a ser libre. Me han dado todas las herramientas que se necesitan para poder construir la vida que quiera: conocimiento, sensatez, generosidad, fuerza, respeto y predisposición. Gracias.

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