Cuando llegaron Sara, Adriana y Bianca, nos convertimos en un grupo. Aunque los primeros días teníamos diferentes planes y solo nos veíamos al llegar al hotel, hemos compartido juntas momentos muy divertidos. Cuando fuimos a Pai, alquilamos un coche y conducimos durante más de tres horas por una carretera de 762 curvas, más la vuelta… En Pai encontramos montañas preciosas, vistas espectaculares y casi nos quedamos tiradas en medio de aquella carretera. Cuando el indicador de gasolina ya nos estaba diciendo un “hasta nunqui”, el gran jefe Buddha colocó una gasolinera en medio del camino.
Un tren cama nos llevó a Zaida y a mí hasta Bangkok, allí cruzamos toda la ciudad cargadas con las mochilas (cogimos 3 minivan y dos autobuses) para llegar al Thai Wake Park. Por el camino un chico thai nos ayudó a coger el autobús adecuado, nos contó que estaba estudiando para ser soldado. Se ven muchos chicos jóvenes vestidos de militares en Tailandia. Por fin llegamos al destino para poder navegar un rato y seguir la ruta hacia Kanchanaburi.
Kanchanaburi es una ciudad extrañamente bonita para estar tan cerca de Bangkok. Está rodeada de vegetación y las casas se amontonan junto a rio. El hostel eran cabañas flotantes en el rio. Allí, por cuarta vez, me encontré con Tania. Tania es una chica que conocí en Bangkok con Mar, siempre me he despedido de ella con un hasta mañana, y la mayoría de veces no pudimos llevar a cabo los planes que habíamos hecho, pero siempre la volvía a encontrar. En Bangkok la encontramos dos noches paseando por Khao San Road, la segunda noche nos despedimos de nuevo con un hasta mañana para almorzar juntas, pero no fue así. Y, de repente, días después, cuando estamos cenando en una terraza de Chiang Mai, aparece Tania con su cara de despistada. Eso me dejó alucinada, pero cuando realmente me sorprendí, fue cuando me la encontré sentada en el porche del hostal de Kanchanaburi con una italiana-argentina. Creo que me la volveré a encontrar.
Las cascadas de Erawan merecen la pena ser vistas. Zaida y yo pasamos un día estupendo, en moto desde Kanchanaburi son unos 43 km por una carretera rodeada de vegetación, con un tiempo lluvioso y soleado, con un lago rodeado de montañas. Íbamos cantando y comiendo mosquitos, abriendo los brazos para vivir ese momento con mayor intensidad.
Con las chicas, todo eran risas, constantemente. Bianca es una persona muy peculiar, solo con una mirada o un pequeño comentario puede hacer que te partas de risa. Sara habla un inglés perfectamente nefasto que la ayuda a comunicarse con quien se proponga. Era la traductora del grupo número uno, y yo la número dos. Adriana es un amor, es una persona muy atenta y muy directa. Ella siempre está pendiente, te pregunta como te encuentras, trata de que todo esté bien, y de vez en cuando se pone a cantar Camela. Las mejores imitaciones de Camela que he visto han sido por parte de Adriana, echo de menos susu “yeli, yeli, yeli…”.
Las cinco juntas, un bombazo. En Koh Tao, una lástima, nos pilló una tormenta que duró prácticamente los dos días que estuvimos allí. Pero luego nos movimos a Koh Phanghan donde nos alquilamos una pick-up y nos fuimos a la Half Moon Party. Esta parte se debe censurar casi en su totalidad, pero aún recuerdo un momento en que estaba subida al pódium con Sara y me encantó ver en su mirada y en su sonrisa como estaba disfrutando ese instante. Me encantó compartirlo con todas ellas, me siento afortunada de haberlas conocido. En Tailandia se viven las cosas con una intensidad diferente. Con las personas compartes 24h; 2, 3 o ninguna comida al día; 5 botellas de agua, y 2000 sonrisas, cada día.
Me despido de ellas con un abrazo en la magnífica piscina del hotel. De Zaida me despido con un hasta luego, ya que en Krabi nos volveremos a ver, haremos allí juntas Muay Thai y seguro vivimos más aventuras. Poder compartir todo esto con ella es un lujo que debo valorar. Pero ahora me espera una semana sola en Krabi, o tal vez no sea sola.