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Cebu con Jessie (Filipinas)

Normalmente viajo sin plan, voy construyendo el viaje sobre la marcha, a veces esto me causa quedarme sin reserva en el hostel que quería; otras, como en este caso, me permite vivir una experiencia única. Estaba en Moalboal, alojada en el hostel Marina, un lugar más parecido a una cárcel que a un hotel. Justo acababa de llegar desde Oslob, donde pude nadar junto a tiburones ballena; cosa que, por cierto, me había dejado con mal sabor de boca y olor a pescado, una experiencia poco recomendable, para mi gusto.

Estaba en la zona común cuando entraron dos chicos filipinos que venían de bucear, Jessie y Yongbo. Nos fuimos a tomar unas cervezas por la noche, junto con Verónica y Miren, dos chicas que conocí un rato antes en el autobús. Entre cervezas y juegos de mesa planeamos ir a hacer “Canyonering” al día siguiente, y así es como empezó mi gran aventura en Cebu.

A la mañana siguiente nos montamos en el coche de Jessie, y de la mano de dos locales, nos dirigimos hacia Kawasan. Fue una experiencia increíble, pero como diría Jessie: “Don’t say thank you, we have not finished yet…”

Tenía reservada una noche más, pero sin pensarlo demasiado, decidí cambiar mi ruta y volver con los chicos a Cebu city. Llegamos bastante tarde, por lo que Jessie me ofreció quedarme a dormir en su sofá, así tuve la oportunidad de conocer a su adorable hija Zoe. Me sentí como en casa desde el primer momento. 🙂

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Zoe y sus obras de arte.

Al siguiente día, nos fuimos a escalar a Cantabaco, uno de los mejores spots en Filipinas. Primero paramos en la Cruz Roja, donde Jessie había trabajado anteriormente. Me presentó a sus amigos y fuimos a comer a un restaurante local por 60 pesos. Después, cogimos la moto y pasamos por una carretera secundaria de montaña que nos ofrecía unas vistas preciosas y un poco de aire fresco. Su amigo Mervil se encargó de todo, me prestaron buen material, ya que no traía nada en mi mochila. Después de escalar fuimos a comer comida local y a dormir en unos bungalows en el pueblo.

Por la mañana, después de dormir unas diez horas (no habíamos parado durante dos días), nos dirigimos a bucear a Punta Engaño. Jessie organizó todo con su amigo Van para sacarme la licencia de buceo “Open Water”. Llegamos y, no solo estaba Van, sino tres Dive Master amigos suyos apasionados por el buceo. Van, un hombre grande y divertido, empezó con la lección, hicimos las primeras “skills” en la piscina y luego fuimos al mar.

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Van transmite calma, sus movimientos son limpios y ordenados y cuida mucho los detalles. Al día siguiente cambiamos de “spot” y buceamos en Kontiki, donde realizamos 3 inmersiones y al fin obtuve mi licencia.

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Después de tanto ajetreo necesitaba un sitio donde descansar, así que mediante AirBnb alquilé una habitación en la ciudad. Mi intención era ir a Malapascua, de hecho Jessie iba a venir conmigo, aunque me recomendó cambiar nuestra ruta hacia Bohol donde podríamos realizar más actividades a parte de bucear. Al final, nos quedamos en Cebu City, simplemente por que nos sentíamos genial allí.

Al día siguiente, fuimos a practicar un poco de escalada al rocódromo y después tomamos un shake por 25 pesos, buenísimo.

Por la tarde fuimos al gimnasio de su amigo, Vagabond, donde por 120 pesos hicimos una clase de MMA, junto con otros dos alumnos. La clase duró casi dos horas y el entrenador contestó a todas nuestras dudas.Nos gustó tanto la clase que a la mañana siguiente volvimos para practicar un poco de Kick Boxing, estuvimos haciendo pads rotativamente y los chicos me enseñaron algunas técnicas de Joi, la lucha originaria en Filipinas.

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Esa noche fuimos a “La Esquina”, donde nos encontramos con sus amigos. Algunos de ellos ya los había conocido el primer día en la Cruz Roja. Bebimos cervezas y me hicieron probar Balot (embrión de pato), cosa que me hizo sentir fatal por las próximas dos horas…

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Todos sus amigos hablan un perfecto inglés y hablamos sobre la vida, sobre nuestras diferencias culturales y sobre nuestras similitudes. Una noche de viernes excepcional. Me invitaron a pasar el domingo con ellos y sus familias en un “Island Hoping” y por supuesto no me lo iba a perder.

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Jessie y yo en Cebu city, camino a Kon Tiki.

El sábado, Jessie y yo, para no perder el buen ritmo, nos fuimos a hacer Wake al norte de la ciudad. Hacía como 10 meses que no practicaba, así que fue genial poder sentir mis brazos destrozados al día siguiente de nuevo. Después de hacer Wake, Jessie me llevó a comer ostras y pescado a un sitio secreto en medio de unos manglares. Por 200 pesos cada uno comimos pescado fresco hasta no poder más.

Por la noche, Jessie me llevó a un mirador desde donde te puedes relajar tomando una cerveza observando las luces de la ciudad. Y como esta semana tan perfecta no podía acabar de una forma mejor, el domingo me pasaron a recoger Jessie con Yongbo, su mujer Lana y sus hijos a las 6 de la mañana hora filipina, es decir las 9. Los chicos habían alquilado un barco y habían comprado pescado y “pork”, todo con motivo de celebrar el cumpleaños de una de las chicas, Sity. El día que pasamos fue estupendo, jugando con los niños, haciendo snorkel, cocinando en el barco de la mano de Sherwin: “sinungbang baboy ni Sherwin”.

Me sentí entre amigos, entre familia, todos me acogieron como una más, me invitaron a compartir esos momentos. Durante una semana solo estuve con Filipinos y, prácticamente, no me crucé con ningún extranjero. Tuve la increíble oportunidad de compartir una semana con unas personas muy especiales, de sumergirme por completo en su día a día y en su cultura. Pude entender la mezcla que caracteriza su cultura, la mezcla de Asia y Europa, de riqueza y pobreza, de diferentes cocinas, de idiomas y de nombres propios totalmente diferentes unos a otros.

Nos despedimos en La Esquina esa noche, dándole otro repaso a la vida hablando durante horas, mostrándonos respeto y admiración, esta vez sin comer Balot… Les dije adiós con un fuerte apretón de manos, dejando parte de mi corazón en ese lugar, en esa esquina, en algún lugar en Cebu City.

Cabalo Ko Mo Bisaya. See you when I see you.

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