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10ª Parte: raining days, good bye Thailand.

Pablo y Javi han vuelto, resulta que Javi tenía el pasaporte para caducar en 5 meses y no le dejaban entrar a Laos ni en cualquier otro país; así que, después de hacer las gestiones pertinentes, decidieron volverse a Krabi a casa de su amiga Nuria. Una tarde me enviaron un mensaje y al día siguiente ya estaban aquí. Estoy contenta de que hayan venido.

La lluvia nos tiene encerrados en casa durante casi todas las horas del día. Pablo y Javi han iniciado una fábrica de pulseras de hilo en la que, yo he contribuido con una obra maestra y, nada más… La lluvia aquí es fuerte, cae con mala leche, viene de lado y nos salpica aunque la terraza esté bien cubierta. Las horas con ellos son fáciles, no hace falta decir nada. Muchas veces cada uno se sume en su mundo y realiza la actividad que más le apetece. Javi suele estar tejiendo o leyendo un libro, cuando no se pone a hacer sus ejercicios diarios claro. Pablo siempre opta más por la tecnología, está conectado hablando con su novia, mirando el Facebook, viendo algún video por youtube o leyendo algún artículo. Yo normalmente suelo pasar los ratos escribiendo o dibujando. Nos sentamos tranquilos, sin apenas preocupaciones, la mayor es ir a por algo de comida y más sobres de cafés. El centro de nuestras vidas en este momento es “La Mesa” de mi apartamento que ha cobrado vida propia y nos obliga a hacerle compañía por lo menos 4 horas al día.

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“La Mesa”

Muchas de nuestras conversaciones son surrealistas, ha llegado a un punto la confianza que, nunca mejor dicho, da asco. A los hombres les encanta hablar de temas escatológicos y/o sexuales, cuando juntas estos dos resultan conversaciones bastante asquerosas. Cuando estamos con Diogo y Alejandro esta faceta se acentúa aún más, aunque la verdad es que me río mucho.

Una noche fuimos a dormir a Raylay. Por la mañana cogímos un Long Boat y nos unimos de forma voluntaria al equipo “Trash Hero” para limpiar Pranham Beach. Diogo, Pablo y yo nos dedicamos a desenterrar sacos de plástico llenos de arena, aproximadamente unos 13 sacos repartidos en el inicio de la playa. Había gente que se paraba a ayudarnos, otra gente nos hacía fotos, el caso es que nos sentíamos en el deber de desenterrarlos todos. Bueno, tengo la sospecha de que solo me sentía yo en el deber, ya que Diogo y Pablo intentaban ocultarme algunas de las bolsas sentándose encima… El caso es que fue un buen chute de Karma positivo para todos, nos dieron sándwiches para comer y luego tuvimos una buena sesión de playa.

Por la noche, tras haber cenado, cuando estábamos acabando la segunda botella de Hong Tong, nos dimos cuenta que en Raylay Beach no iba a empezar nunca la fiesta. Así que decidimos ir en busca de Tonsai. Diogo siempre sabe llegar a todos sitios, o eso es lo que dice, aunque luego demos sospechosos rodeos o tengamos que preguntar por el camino. En ese caso en concreto nos hizo caminar durante una media hora hasta llegar a unas rocas que cortaban el paso al final de playa. El equipo se reunió para decidir si deberíamos rodear el obstáculo adentrándonos en el mar en busca del deseado paraíso Tonsai. Ebrios y emocionados unimos las manos en el centro y lanzamos un grito de motivación que no recuerdo muy bien que decía. Diogo se arremangó los pantalones hasta tal punto que parecía que llevara un slip y con paso decidido se adentró en el mar. Todos íbamos detrás de él, manteniendo una distancia prudencial por si habíamos de volver atrás. En ese momento me caí de culo y quedé sentada en una roca, tengo que decir que salvé lo que me quedaba de cigarro y de cubata, y también que esa no fue la única caída que tuve en la noche…

En fin, Diogo sigue caminando a través del mar, cada vez un poco más lejos y cada vez el agua le cubría más. Llego un punto en el que se perdió en la oscuridad y Alejandro lo llamó insistente sin obtener respuesta alguna. Nos preocupamos, así que empezamos a acelerar el paso hacia donde él había ido. Alejandro y Pablo corrieron hacia la zona donde lo habían visto desaparecer y Javi se quedó un poco más atrás para ayudarme, ya que me había tropezado con una roca y estaba muy oscuro. Me cogió de la mano y seguimos adelante, llamamos a los chicos, nadie contestaba, seguimos caminando y, de repente llegamos a un punto donde no hacíamos pie y la corriente empezó a arrastrarnos. Yo iba cogida de la mano de Javi y procuré no soltarla ya que estaba atemorizada. La corriente nos arrastró varios metros mientras intentábamos nadar para escapar de ella, pero no había manera. Y, entonces, cuando empezábamos a estar desesperados, una música reggae llenó nuestros oídos y empezamos a notar la arena bajo nuestros pies de nuevo. Conseguimos ponernos de pie y empezar a caminar hacia la orilla. Tras la última roca que rodeamos las luces tenues de la orilla apaciguaron nuestras almas. Salimos del agua y allí estaban los demás, sonrientes, incrédulos, fascinados, igual que nosotros. Nos dimos un abrazo grupal por haberlo conseguido, ¡eso era el paraíso!

La playa de Tonsai era una maravilla, ninguno habíamos estado nunca en un lugar parecido, parecía sacado de una película. Había una hoguera en la arena con gente sentada alrededor, tocando la guitarra y los bongos. La luna llena se reflejaba en el agua tranquila que ofrecía un relajante sonido al ir y venir. Al final de la arena se podía ver una cabaña rodeada de basta naturaleza. Nos acercamos a la cabaña y una chica thai preciosa, que provocó un “Meaw” mudo, nos ofreció una bebida a cada uno. La música era gratificante y se integraba a la perfección en aquel lugar. Habían como unas 30 personas o más en esa fiesta de la playa. Resultó que no estábamos en Tonsai, sino que habíamos llegado a una playa privada en la que se había montado una fiesta para celebrar un cumpleaños al que nos autoinvitamos.

Bueno, me queda decir que pasamos una noche increíble, cada uno tuvimos una aventura diferente y espectacular en esa playa, pero yo no soy quién para contarlas, que cada uno imagine lo que quiera como hago yo. Lo que es indiscutible es que alcanzamos Tonsai al compartir esos momentos juntos en Tailandia. Chicos, siempre recordaré con una sonrisa esos días de lluvia, de extrañas fiestas en el Chang bar, de cafés de sobre, de abrazos, de imaginar e inventar historias en las que puedes elegir un final.IMG_20150827_003354

Me despido de Tailandia, después de dos meses, con un hasta luego, ya que pienso volver. Tailandia me ha dado mucho, me ha regalado paisajes, experiencias, buenos amigos, fuerza, nuevos sabores, espiritualidad y conciencia. Le regalo a Tailandia mi sonrisa siempre que la recuerde.

See you again.

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2 thoughts on “10ª Parte: raining days, good bye Thailand.”

  1. Se te ha olvidado mencionar que a nuestra llegada a Tonsai, unos fuegos pirotecnicos se sincronizaron con nuestras emociones y el plancton bioluminiscente se agito con rabia produciendo ondas de luz en el mar. Ademas habia un combate de muay thay en directo y con cada golpe que los contendientes se propinaban, caia del cielo una estrella fugaz.
    Suerte que no soltaste aquella mano que te ofrecia ayuda, sino se te habria tragado el mar.

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